martes, 13 de mayo de 2014

Vestido de sangre. El cambio de tono de los bordados corrobora que Román se arrimó

©Dolores de Lara

Por ANTONIO LORCA / Fuente: El País / Fotografías: ©DOLORES DE LARA

El valenciano Román se presentó en Las Ventas y lo hizo enfundado en un traje corinto y oro, pero acabó vestido de sangre de arriba a abajo, prueba inequívoca de que le palpita un corazón de jabato y de que se jugó la vida sin cuento; y ahí estaba el cambio de color de sus bordados para corroborar que se había arrimado como un auténtico león, desafiando heroicamente las tarascadas de sus novillos. Al final, resultó que dio una vuelta al ruedo en su primero y cortó la oreja de su segundo, que no es poco balance para quien a tanto aspira.

©Dolores de Lara

No fue el único que se sintió responsabilizado, pues Garrido, novillero avezado también y cuajado de cualidades, no quiso ser menos y sorteó las dificultades de su lote con corazón, buena técnica y esa gran experiencia que parece poseer a pesar de su corta carrera taurina.

FUENTE YMBRO / DIÉGUEZ, ROMÁN, GARRIDO

Novillos de Fuente Ymbro, bien presentados, mansos, broncos y desclasados.

Mario Diéguez: estocada (ovación); dos pinchazos, casi entera —aviso— y dos descabellos (silencio).

Román: estocada trasera y caída y un descabello (vuelta); media y un descabello (oreja).

José Garrido: dos pinchazos —aviso— media y tres descabellos (silencio); media baja y estocada (ovación).

Plaza de las Ventas. 12 de mayo. Cuarto festejo de feria. Casi tres cuartos de entrada.

Y es que la novillada de Fuente Ymbro resultó muy dura; novillos astifinos, mansos de solemnidad, con fuerte genio, aspereza y bronquedad, que pusieron a prueba el pulso y la vocación de los chavales, y hasta el mismo Mario Diéguez, que ya no es tan barbilampiño y reúne menos condiciones que sus compañeros, salió con bien —o todo lo bien que se puede salir en su situación— de un compromiso tan dificultoso.

©Dolores de Lara

Cómo sería el asunto que el cuarto de la tarde saltó al callejón por la zona donde se colocan las cuadrillas, sembró el caos y dos personas resultaron contusionadas: el ayuda de Garrido, con una lesión en un tobillo, y el operario que pinta las rayas del ruedo, con una brecha en la cabeza. Poco pasó para la que se formó en un momento en tan angosto espacio y con tantos allí reunidos por razón de su oficio.

Sin embargo, todos los novillos, en mayor o menor medida, provocaron el desorden en la lidia, huyeron de su sombra, buscaron la puerta de chiqueros, tiraron derrotes y tarascadas y demostraron con creces su absoluta falta de clase.

    ©Dolores de Lara

©Dolores de Lara Pero dicho queda que Román vino dispuesto a todo. Quedó vestido de sangre porque aguantó lo inaguantable a su primero en unos estatuarios que cortaron la respiración de los presentes. Sometió al animal con derechazos cuajados de mando, en los que obligó a humillar al descompuesto animal. Trazó naturales de buen gusto, y se dejó rozar los alamares en unas manoletinas ceñidas que le costaron una voltereta sin consecuencias. En el quinto, de igual calaña, asentó las zapatillas, sorteó derrotes de calibre monumental y en una exhibición de valentía inteligente le robó muletazos muy meritorios. Algunos protestaron la oreja porque no hubo toreo de manos bajas, pero sí un torero poseedor de unos mimbres extraordinarios para el futuro.

No le anduvo a la zaga José Garrido, al que se le ve sobrado con capote y muleta. Variado en los quites, al igual que el valenciano, no se arredró ante las dificultades de sus peligrosos novillos. No le importó ni el viento ni el riesgo inminente, y así, en su primero, solo el mal manejo de la espada emborronó una entonada actuación. Salió a por todas ante el sexto, un cobarde con malas pulgas que recorrió toda la plaza en una huida desesperada. Garrido, que lo había recibido de rodillas en los medios, supo zafarse de las violentas acometidas del manso y quedó claro que es torero con futuro.Distinto parece el horizonte de Diéguez —largo tiempo ya en el escalafón, lo cual no hace presentir nada bueno—, al que se le vio inseguro y desbordado por el genio de su primero. El cuarto fue el más noble de la tarde, y repitió la embestida para que se luciera su matador; pero no fue posible. Diéguez dio muchos pases, pero toreó muy poco. Tanto es así que insistió en alargar la faena con la intención de levantar el ambiente y muchos se lo recriminaron con razón.

FLASHES TAURINOS

Fotografías:©Dolores de Lara

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Después, un brindis por los valientes novilleros y grandes toreros del mañana

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