viernes, 2 de julio de 2010

¡AHÍ VA LA LIEBRE...! / Por Juan Lamarca




Juan Lamarca
Abonado de Las Ventas

Madrid, 2 de Julio de 2010
Corran los galgos, cabalguen los caballos, apunten las escopetas, la jauría exultante, todos a por la liebre, a por Juan José Niño, Inspector del Cuerpo Nacional de Policía, y Delegado Gubernativo de la Plaza de Toros de Las Ventas de Madrid –todavía capital de lo que queda de España-.

El incidente originado el pasado domingo en el callejón la plaza madrileña por José Luis Ramón, periodista de Telemadrid que televisaba la corrida en directo, y que dio lugar a que el delegado de servicio ordenara su desalojo acompañado por la fuerza pública, ha despertado toda la ira del gremio profesional contra Juan José Niño.

El relato sesgado de los hechos sin aludir a los precedentes que han llevado a esta situación, la ausencia de un análisis ponderado, y la tendenciosa parcialidad encubierta en un falso corporativismo empleada por la cuadrilla gremial, coloca al competente Juan José Niño contra las tablas, cuando es presumible que ha sido víctima de una sibilina provocación urdida por el jefe de la retransmisión televisiva Miguel Ángel Moncholi, echando por delante la gallardía del presidente del festejo Manuel Muñoz Infante que le deja en suerte a su subordinado Juan José Niño para que le haga “la carioca” como soberbio castigo al cumplimiento de su deber respecto al mismo informador y en ocasiones anteriores.

Mala época es esta para que alguien sea fiel al cumplidor de sus obligaciones y obre con rectitud, y mucho menos cuando ello consista en el ejercicio de la autoridad, y si se trata de un policía, pues mucho peor, y si ejerce sobre un periodista… ¡apaga y vámonos!

El festejo taurino es un espectáculo público reglamentado en base a una Ley, presidido por la autoridad que tiene a su cargo un delegado a sus órdenes con atribuciones propias, además, dimanantes de la normativa legal; entre ellas las de velar por el buen orden de la lidia, de los requisitos de acceso al callejón de la plaza, y de las condiciones de permanencia en el mismo a cuantas personas autorizadas se alojen en él, incluidos los integrantes de medios de comunicación.
Es precisamente el respeto a la lidia y la seguridad de los lidiadores, en evitación de distraer la atención del toro desde el callejón, lo que obliga a la mayor observancia del precepto reglamentario para que nadie se halle fuera de su burladero, ni que se desplace por entrebarreras, a la vez que se determina la colocación y evoluciones de los respectivos lidiadores, entre ellos el director de lidia.

El guión tramado asoma sus primeras letras entre el baboseo oral del afamado, por ignaro, ocupante taurino de Telemadrid, cuando comenta en pantalla que según precedentes habidos, se prevé un probable incidente con Juan José Niño, al que rápidamente descalifica e insulta, y así aprovecha arteramente el rasgo de respeto y compañerismo del presidente del festejo –máxima autoridad- del que dice haberle declarado sentirse ajeno a las posibles decisiones de su delegado Juan José Niño –Billy el Niño para el locutor de la baba-.

Semejante grado de solidaridad y apoyo a un miembro de su equipo desde la responsabilidad de su cargo, ya lo lució el carismático usía con ocasión de otra conocida incidencia en Las Ventas, que le costaría el
cese a su anterior delegado.Ya desde los primeros compases, el locutor –el de la baba- se produce con desconsideración a la audiencia taurina de Telemadrid, soslayando e interrumpiendo el relato primordial, el de la corrida, para centrarse en mancillar la persona de un digno funcionario de servicio oficial, e instigar a José Luis Ramón al enfrentamiento con aquel en aras de una supuesta libertad de información.

Ya es la hora, pensaría el locutor –el de la baba- y toca el clarín, para que, tras varios escarceos por el callejón advertidos por el delegado, José Luis Ramón se plante para “ponérsela planchá y al hocico” y el delegado “entre y se la coma”. ¿y cómo no?
Juan José Niño está obligado a intervenir cuando el periodista inicia una entrevista en lugar inadecuado del callejón con el matador y director de lidia Frascuelo, mientras se está lidiando un toro en un tercio dónde su presencia en el ruedo sería reglamentaria y exigible.
Es decir, que el torero y el periodista están infringiendo la norma y el delegado de la autoridad ejerce su función legal conminándolos a corregir su actitud.

La consecuencia es que los ánimos se encrespan y la situación deriva en la orden de desalojo de José Luis Ramón que, ante su negativa, se lleva a efecto de forma llamativa al recurrir Juan José Niño al uso legítimo de una pareja de fuerza pública a sus órdenes.

En contraste con las crónicas corporativistas aparecidas, sería aconsejable conocer la serena y analítica de
Antolín Castro del portal opiniónytoros.com

¿Se podría haber actuado de otra forma? Quizás sí, y además, conociendo, la solvencia profesional, el buen talante y caballerosidad de los “contendientes” del callejón –el policía y el periodista-. Ello hubiera resultado fácil de no mediar el previo calentamiento malicioso promovido por Moncholi.

Pero lo que interesaba conseguir era lo que presumiblemente maquinó el locutor –el de la baba-, con la consiguiente cadena de reacciones de repulsa y condena hacia el delegado, empezando por la de su jefe el presidente, que en actitud ejemplar y como fiel intérprete del credo legionario se ofrece inmediatamente a los medios para desmarcarse de su responsabilidad y arremeter contra su propio compañero recriminando su actuación, y en defensa del infractor.

Eso sí, por si hubiera duda de su valentía, apostilla con magnanimidad que ha elaborando un informe para elevarlo a la superioridad, al tiempo que su reputada torería le obligue a hacer un buen quite a su delegado, tal como declarar que ha tratado a José Luis Ramón como si de
“un carterista o delincuente” se tratara por el hecho de haber recurrido a la presencia de la fuerza pública para conminarle, a su salida del callejón.

El arte no tiene fronteras, decía mi amigo Pepín, y el que lo tiene...lo tiene.

Bien sabe el presidente que no siempre se emplea a los uniformados por causa de delincuencia. Razones humanitarias y de seguridad pública, reclaman en no pocas ocasiones, la presencia de la policía, y así los aficionados y espectadores que merodean y acuden a su Plaza de Las Ventas, los turistas y curiosos que la visitan a todas horas durante la feria de “San Isidro” se sentirán orgullosos al ver el monumento mudéjar jalonado de uniformes y vehículos policiales concentrados ante las taquillas de la empresa con especial esmero, además de velar por la seguridad de todos, en ordenar las colas de abonados, con un loable espíritu altruista repartiendo el turno de espera en la cola de taquillas desde un vehículo oficial habilitado como quiosco multicolor. Ea, la policía al servicio del pueblo, sobre todo la del presidente, el del distrito.

Los demócratas semos así, que diría un camborio cualquiera...

Se ignora si, además de los informes que eleva el usía de las actuaciones de sus delegados, se ha redactado algún otro en el ámbito oficial, o haya sido interesado por algún periodista especializado, sobre extremos que abunden en la pertinencia de la prestación de tan extraordinario servicio policial en las taquillas de Las Ventas, o acerca de la línea de actuación del presidente de festejos taurinos, Manuel Muñoz Infante que, de seguro, su conocimiento redundarían a su mayor estima.

La más que presumible ejemplaridad resultante de las conclusiones podría ser digna del temario de los cursos a impartir para delegados y presidentes que periódicamente organiza la D.G.P.

No sería aconsejable para la buena formación de los alumnos despreciar el conocimiento de los criterios aplicados por Muñoz Infante para la concesión de trofeos, devolución de reses a los corrales o su mantenimiento en el ruedo, así como en casos de suspensión de festejos, y en las resoluciones relativas a las operaciones previas, reconocimientos facultativos de las reses a lidiar, o de los “post mortem”.

El efecto pedagógico para los neófitos de palcos de su concepto del mantenimiento del orden público como experto conocedor de la sicología de masas, vinculante en la toma de decisiones, sería de un valor inestimable.

La culminación de la instrucción de los futuros presidentes y delegados gubernativos de plaza de toros, se facilitaría mediante la asunción del ejemplar espíritu de equipo que se vive con este irrepetible presidente, y con el relato del fiel cumplimiento de su deber, así como su presencia en todas las operaciones previas y preliminares al festejo a la que obliga su designación de servicio.
En fin, que si el Manolo, como así le llaman cariñosamente los del “7”, presidiera en la plaza de Iñaquito, los buenos amigos quiteños con su fino humor andino, dirían de él:
Esto no es un presidente, esto es una alhaja.

Además de la condena periodística taurina contra Juan José Niño, llena de descalificaciones y epítetos ofensivos, llama la atención el duro comunicado de la
AITAM (Asociación de Informadores Taurinos de Madrid)

Dios mío, qué virulencia pidiendo el cese inmediato de un humilde policía que ha cumplido con su deber. Ya se sabe lo del abuelo Caracol, el del bulto, mozo de espadas de Gallito, cuando le espetó en Atocha al estruendoso tren que apenas pudo atravesar las empinadas estribaciones de Sierra Morena: ¡“Esos cojones en Despeñaperros”!

Pues no, no se los echaron los de la AITAM cuando su compañero
Pedro Javier Cáceres, no es que fuera expulsado del callejón de la plaza, no, es que le costó el puesto en la radio COPE por criticar la resolución del concurso de la plaza de toros por la C.A.M., y que le acarreó dos años de paro. Todos sabían de qué altísima instancia de la Comunidad emanó esa voluntad pero, claro, tendría forma de “Despeñaperros” y…….

No hay duda, es más fácil hacer un pim, pam, pum, con un honrando y modesto policía. El puchero.... es el puchero.

No se muestran pródigos los de la AITAM en redactar, en pro del toreo, notas de repulsa contra presidentes que taurinean por "esta piel de toro", a los que se les achaca por los aficionados la ligereza y frivolidad con que aplican el reglamento taurino, su generosidad con los trofeos, su miopía en los reconocimientos facultativos con los cuernos de los toros y su trapío, y, en general, su complacencia con la picaresca maquilladora del fraude, contribuyendo con ello a la desnaturalización y desprestigio de la Fiesta.

Pues nada, que no, que la toman con un recto y probo funcionario, el bueno de Juan José Niño que, además, no se presta a “pasteleos” ni a ser “chota” de nadie.
¿Para cuándo un comunicado de condena de la AITAM contra algún asociado que actúe en contra del más elemental código ético y deontológico?

Es de suponer que no habrán motivos para ello, o que en ocasiones se les haya ablandado el corazón, como en el sorprendente caso de la propuesta -la mano del autor se vislumbraba tan fácil como "lo de blanco y en botella"- a una ¡huelga de espectadores! contra Manuel Jesús “El Cid” por aceptar una sustitución en una corrida de la feria aniversario, con inequívoco ánimo de procurarle perjuicio y desprestigio, desde dos medios,
uno de internet y otro en papel, como lanzaderas de una imaginaria nota de protesta de aficionados. ¡Qué bonito!¿Quizás no hubiera sido oportuno recoger en nota pública el sentir general del aficionado por la bochornosa retransmisión por el locutor Moncholi –el de la baba- de la corrida de Alicante, a la mayor gloria de los Esplá?

Su colaboración al escarnio inferido a la dignidad de la Fiesta quedó patente como palmero de un
espectáculo calificado como fraudulento, y al que se le atribuye falta veracidad y rigor en deber de informar.
Pues mira que si a más de un colega se les ocurriera escribir del ínclito locutor -el de la baba- lo que realmente piensan de él y manifiestan de continuo en privado......

Suele ser motivo de polémica entre aficionados y profesionales taurinos el fenómeno de la labor periodística en los callejones de las plazas de toros. Los micrófonos y cámaras portátiles se mueven a discreción abordando a profesionales y a personas, personajes, y personajillos de toda índole, que sirven de carnaza a la insaciable voracidad informativa. Esta circunstancia solo se da en los toros, en un espectáculo de alto riesgo y de especial tensión en los profesionales.
Similar labor no se practica de igual forma sobre protagonistas de otros espectáculos como partidos de tenis, de fútbol, o de baloncesto, inmersos en sus cometidos.

Pero si en el toro ha de ser así, debe primar el entendimiento desde el respeto mutuo, con temple, conjugando la observancia de la norma con el derecho a la información, y respetando la labor de delegados válidos, expertos y de reconocida afición como Juan José Niño, Inspector del Cuerpo Nacional de Policía.

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