viernes, 3 de junio de 2011

ÚLTIMA DE SAN ISIDRO:La tarde de Cuadri. ¡Viva el toro! ¡Y viva Fandiño! / Por José Ramón Márquez


Las Ventas. La tarde de Cuadri.
¡Viva el toro! ¡Y viva Fandiño!

Por José Ramón Márquez

12 de mayo y 2 de junio, el paréntesis se cierra. Dos corridas de toros y entre medias no sé cuántas tardes de ratas, de babosas, de cucarachas, de perros travestidos de toros para que unos desgraciados que odian la fiesta, que odian los toros, que se ríen de los que pagamos las entradas, se dediquen a poner posturas achuladas y ridículas a cambio de unas deleznables orejas que unos ignorantes les regalan porque les han enseñado que la maldita oreja, asqueroso apéndice con hoja de higuera, rabisaco, despuntado, hendido, horquilla, muesca, zarcillo, descuarte, punta de lanza, punta de espada, garabato, horqueta, rasgada o pendiente, es la expresión de que algo vieron, aunque no sepan qué es, de la goleada de la tarde. Se van a sus casas los pobrecillos y antes de llegar al metro no recuerdan ni un ardite de lo que pasó en la plaza, porque nada saben y nada les importa, pero al menos hubo orejas

12 de mayo de José Escolar y 2 de junio de Celestino Cuadri. ¡Al fin toros en Madrid! Y entremedias la hez, con dos o tres excepciones. Toros, decimos. Toros de lidia como los que mataron Pepe Hillo y El Chiclanero, como los que hicieron a las gentes pegarse en los cafés por El Gordito y El Tato, como los que tundió con su estoque soberano el gran Salvador Sánchez, El Negro, Frascuelo, torero de Madrid, toros de lidia mansos, bravos, encastados, fieros; toros que dan miedo y que son la base del espectáculo llamado ‘los toros’, toros que no dejan estar desahogadamente a su matador, que hostigan a los peones, que cambian durante la lidia, que derriban a los caballos, que se crecen en la pelea o que huyen, ¡qué más da!, toros que no se entregan, que en sus cuernos llevan la promesa de la cogida, de la inseguridad, toros listos para toreros machos y no para pintamonas que hacen posturas para desmayo de las damas, toros con dignidad que reclaman frente a ellos en sus doce minutos de vida pública un tío que les plante cara. Toros que reivindican la decencia de sus ganaderos, cuyo fin es criar toros, y el que venga atrás que arree.

La ganadería se llama Celestino Cuadri y su divisa es morada, amarilla y blanca. Los toros se laman Aragonés, Zapato, Aviador, Formal, Podador y Bolo, seis animales para proclamar la honradez de su criador, que trae Madrid una corrida de una presentación exquisita, que hasta los números y el hierro parecía que estaban rotulados y no grabados con un hierro candente, porque lo de ser un buen ganadero se nota en muchas cosas.

¿Por qué es que el torero poderoso o el triunfitos no se anuncian con esto? ¿Dónde está el truco? Nos quieren convencer desde la prensa, la radio y la TV de que July es un torero poderosísimo y de que Manzanares está que se sale. ¿Con qué toros? ¿Poderoso con el deleznable toro Adrián, al que mató July dándose importancia? ¿Triunfador Manzanares tirando líneas para delirio de las gentes y del chiripitifláutico Bergamín Arniches y arrugándose y viniéndose abajo ante el toro Fiestero, sólo porque tenía dos pitones? A otro perro con ese hueso. El contubernio de taurinos, apoderados, periodistas venales, revistosos del puchero, ganaduros, presidentes desprestigiados y demás gentuza reivindican cada día la babosa, ‘el toro bien hecho’, que dicen ellos y que significa la victoria del antitaurinismo o de los toros sin el toro. Menos mal que ahí estuvieron Escolar y Cuadri, como Custer rodeado por Toro Sentado, toro entregado, toro por los suelos, toro sin casta, toro sin honor, para decir al mundo y para el mundo: ¡Aquí aún permanece el toro! Para que los poderosos puedan demostrar su poder, para que los reyes del escalafón demuestren por qué están donde están., aunque nunca vienen.

Y, sin embargo, el que demostró el toreo no sale en las revistas ni le conoce nadie. Se llama Iván Fandiño y es torero. En la última tarde de la feria ha hecho lo que nadie: ha citado con una verdad espeluznante, a veces con el medio pecho, evocación de nuestra juventud de aficionados, otras en la rectitud del toro, como dice en las tauromaquias de Hillo y de Montes, con torería, con clasicismo, tratando de torear hacia adelante, invadiendo el terreno del toro. Bebe, acaso sin saberlo, de Gallito con los siete de Martínez, de Belmonte en la tarde del Montepío, de Chicuelo con Corchaíto, de Bienvenida en el Montepío del 55, de Antoñete con Cantinero, del gusto de Madrid cuando en Madrid se sabía de toros, cuando a él se le hubiese encumbrado y se hubiese echado a naranjazos de la plaza a cuatro caraduras que viniesen a reírse como July, Manzanares, Talavante o César Jiménez, que se han llevado una porquería de triunfos sin haberse cruzado ni una sola vez con esas babosas deleznables, sin haber toreado hacia adentro, sin haber dado un solo pase entre todos que hoy pueda tapar al peor de los que haya dado este ignoto Iván Fandiño, que en las tres tardes que ha hecho el paseo en Madrid ha dado tres aldabonazos de los que antes servían para poner a un torero en circulación. El placer de ver citar a este hombre con la verdad, la hombría y la torería que lo ha hecho, y eso frente a dos toros de respeto, vale más que todas las absurdas fruslerías de esa decepción llamada Manzanares o del cuento del ‘poderoso July’. Por mí, les pueden poner una calle en Sevilla o hacerles alcaldes a ambos, porque lo que ha traído a Madrid se resume en esto: N-A-D-A.

En Madrid, por más que les fastidie a todos los que viven de esto, el único que ha estado con la verdad del toreo eterno y frente a un toro de los que meten miedo se llama Iván Fandiño Barros, el auténtico triunfador de la feria de San Isidro que hoy ha terminado bajo la invocación, ¿por cuánto tiempo más?, del toro.


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