La Redacción / Fotografía:©J.CAMPOS
La saeta retumba en la noche de viernes santo. El cuerpo inerte, sin vida, de Jesús en brazos de su madre María, son testigo de la devoción de una joven solanera que en sus declamaciones a viva voz no puede reprimir su dolor. Su piadoso cante llena de nostalgia el corazón de todos los que pudimos escucharla.
La comitiva que desfilaba con paso lento, para, las personas piadosas se agolpan a ambos lados de una empinada cuesta, que al escuchar el golpe seco del llamador, chocando contra la plateada pletina del acero del paso, callan estremecidas y llenas de emoción.
Dios ha muerto por todos nosotros, para nuestra salvación, el infinito cielo en esos instantes, llora, llora, demostrando así su ilimitado amor al Redentor.
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