lunes, 22 de marzo de 2010

ÚLTIMA DE FALLAS EN VALENCIA. ENRIQUE PONCE ENTRE LOS GRANDES / Por José Antonio del Moral

Morante, El Dandi, Manzanares, Castlla, El Juli, Cayetano, y Ponce
Última de Fallas en Valencia. Enrique Ponce con los grandes

José Antonio del Moral

Diario La Gaceta, de Madrid


22.03.2010.- Aunque la lluvia empañó el brillo del festejo en honor de Enrique Ponce y también la mala suerte que tuvo con su flojo y soso toro de Juan Pedro Domecq del que, no obstante, cortó una oreja, el resto de la muy larga corrida contó con pasajes importantes: La gran faena por naturales de El Juli al tercer toro de Garcigrande del que cortó dos orejas, y la completísima de Castella al extraordinario ejemplar de Victoriano del Río por la que también logró dobles apéndices. Morante dejó destellos de su arte con el flojo de Núñez del Cuvillo y cortó una oreja. El Fandi la armó en banderillas con el pronto agotado y difícil de Manolo González. Manzanares solo pudo mecerse brevemente por redondos y matar como suele al mansísimo de Garcigrande. Y Cayetano desentonó de sus compañeros con una labor superflua al noble toro de Capea que mató tarde y mal.

Enrique Ponce con el toro de Juan Pedro Domecq

Valencia. Plaza de la calle Xátiva. Domingo 21 de marzo de 2010. Tarde nublada con llovizna intermitente que creció durante la lidia de los toros cuarto y quinto. Lleno de no hay billetes.
Siete toros de distintas ganaderías. El primero, de Juan Pedro Domecq, fue devuelto por su extrema debilidad. Lo sustituyó un sobrero del mismo hierro, noble pero también flojo y sosísimo. El segundo, de Núñez del Cuvillo, de pelo albahío, noble y, asimismo, muy flojo. El tercero, de Garcigrande, justo de fuerza y nobilísimo por el pitón izquierdo. El cuarto, de Manolo González, blando y muy peligroso en la muleta. El quinto, de Victoriano del Río, de extraordinaria nobleza por los dos pitones. Sexto, de Garcigrande, mansísimo en los dos primeros tercios y brevemente posible por el lado derecho en la muleta. Séptimo, de Capea, muy dócil, sobre todo por el lado derecho.
Enrique Ponce (turquesa y oro): Estocada, oreja. Morante de la Puebla (amaranto y oro): Estocada, oreja. El Juli (nazareno y oro): Estocada trasera y dos descabellos, dos orejas. El Fandi (azul marino y azabache): Pinchazo y estoconazo trasero, gran ovación. Sebastián Castella (malva y oro): Estocada caída, dos orejas. José María Manzanares (negro y oro): Estoconazo de la casa, ovación. Cayetano (musgo y azabache): Tres pinchazos y estocada, silencio.
Enrique Ponce brindó su toro a sus seis compañeros. El Juli y Sebastián Castella salieron a hombros.
A caballo destacó Chocolate en un heroico puyazo al sexto toro tras ser derribado su equino. Y en banderillas, Curro Javier en este mismo toro.

La mañana del muy esperado último día en esta feria basada en el XX aniversario de la alternativa de Enrique Ponce, anunciaba mucha lluvia para la tarde y, aunque así sucedió, la plaza apareció abarrotada y tapizada de paraguas que no cesaron de abrirse y de cerrarse a lo largo del festejo. Nadie quiso perderse el acontecimiento, ciertamente histórico, por encima de cuales iban a ser los resultados. La significación del homenaje al gran torero valenciano, fue más que suficiente para reunir en su torno a la mayoría de las figuras más importantes del momento. Y es que su incomparable carrera ha corrido pareja a su gran categoría humana por todos los conceptos, razón de que ninguno de los matadores llamados se negó a actuar. Todo lo contrario, se mostraron encantados porque, si el honor era para el grandioso Enrique, tanto o más supuso para ellos poder acompañarle. Fue emocionante como Ponce brindó el primer toro a sus seis compañeros y cómo éstos intentaron y algunos lograron estar a la altura de la inusitada y lujosa cita.

Pero la corrida no empezó nada bien por el flojísimo juego que dio el sobrero de Juan Pedro Domecq tras ser devuelto el primero antes de que se picara en vista de sus muchas claudicaciones mientras duró la lidia tras salir trastabillándose. Este fue el gran lunar de la corrida porque todos estaban advertidos de cómo anda desde hace tres años esta ganadería. Pero Ponce se acordó de los varios que ha indultado del mismo hierro, quiso jugar a una peligrosa lotería y perdió el ansiado premio clamorosamente tal y como ha sucedido en sus tres actuaciones falleras que, si la ha salvado, es por sus incuestionables valor y maestría. La verdad es que ni uno solo de los cinco toros que ha matado fue ni medianamente bueno mientras otros muchos excelentes de otras corridas, se han ido de rositas al desolladero. Una pena.
No obstante y entre el desencanto de la mayoría del público al ver a Ponce delante de dos animales tan justitos de presencia y tan terriblemente febles, el gran torero salvó la desairada papeleta gracias a sus dones, entre los que sobresale su inmensa capacidad de templar cualquier clase de embestidas con tal de que las reses se muevan aunque sea muy poquito.
Y así aconteció con el sobrero de Juan Pedro, salvado por la campana por obra y gracia del elegante maestro en una faena de muy menos a más en la que no faltaron los naturales a muleta plegada ni las poncinas que tanto gustan a la gente. Restablecido el encanto, pacificados los antis y por fin contentos los muchísimos admiradores de Enrique, como mató pronto y bien, pudo pasear el anillo recibiendo parabienes aunque con media sonrisa porque a Ponce lo que le hubiera gustado es haber logrado una de sus grandes obras. En el pecado cometido, llevó la penitencia.

Lo mejor con mucho de esta tarde corrió a cargo de El Juli y de Castella, ambos a hombros tras ser favorecidos por el juego de sus respectivos toros. El de El Juli, de Garcigrande, tuvo un buen pitón derecho y fue malísimo por el izquierdo. La inteligencia y la competencia del madrileño quedaron acreditadas una vez más en una gran faena casi toda por naturales, largos, profundos y mandones, rematados con excelentes pases de pecho tras cambiarse la muleta de mano muy hábilmente, sin que faltaran otros remates y oportunos adornos. Inmenso y seguro de sí mismo como ahora anda Julián, mató de estocada contundente y para él fueron las dos orejas del animal que le aseguraron la Puerta Grande y el absoluto triunfo en esta feria de la que sale disparado.

También Sebastián Castella, por cierto, ayer el más afortunado con un extraordinario ejemplar de Victoriano del Río que todavía está embistiendo con el morro por el suelo por los dos pitones. Por ahora, el toro del año para el toreo. Sensacional colaborador al que el maestro galo exprimió en una faena marca de la casa y de excelente factura porque se templó mucho, se quedó tan quieto como siempre, se lo pasó tan cerca como le dio la gana y hasta abusó de duración al prolongar el limpio y ajustado trasteo hasta redondear la inverosimilitud encadenando suertes naturales y contrarias sin moverse un centímetro y sin solución de continuidad. Soberbio estuvo ayer Castella, lo que celebramos infinitamente.

Los demás no lograron rayar a la misma altura en función de peor juego de sus contendientes con los que estuvieron por encima de sus condiciones, salvo Cayetano que, también con suerte, la dejó escapar en una actuación tan empacada como superflua. La verdad sea dicha, fue el único que no pintaba nada entre los que participaron en este acontecimiento.

Morante de la Puebla se entendió intermitentemente con el feble ejemplar de pelo albahío de Cuvillo, dejándonos con la boca sedienta tras saborear la miel de su arte en tal o cual verónica, en las medias y por redondos en su faena de muleta sin que el toro se dejara por naturales al pegar muchos tornillazos por el lado izquierdo. Y como mató pronto, cayó una oreja en sus manos que paseó encantado.

El Fandi, como siempre, salió a revienta calderas y solo pudo sostenerlas con el capote y en banderillas, suertes en las que el toro de Manolo González colaboró, pero nada en la muleta por donde sacó peligro.

Y José María Manzanares al menos pudo reponerse y animarse tras ver como su Garcigrade salía manso perdido y poniendo en serios aprietos a los picadores y a los banderilleros. Especial mención merece el gran varilarguero Chocolate que siguió picando al toro tras el derribo de su caballo. Como también Curro Javier en dos pares estupendos. Tan estupendos como los pocos redondos que Jose Mari pudo enjaretar con esa manera de mecerse de su exclusiva cosecha hasta que el toro dijo hasta aquí hemos llegado. Su muerte fue fulminante como suelen caer los que mata el alicantino, gran cañonero mayor del reino.
El Juli con el toro de Garcigrande

Castella y el toro de Victoriano del Río

El Fandi en redondo con uno del hierro de Manolo González

José Mª Manzanares con Garcigrande

Cayetano cerró con el de "Capea"
Fotografías
Manolo Moreno / Burladero.com




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