miércoles, 9 de febrero de 2011

GIGANTES Y MOLINOS

Iniciar la temporada en Valdemorillo tiene un nosequé de emoción reverdecida, es un retorno anual en el que se renuevan las esperanzas, se olvidan las decepciones, se realizan las apuestas, se reverdecen las discusiones, se repiten los votos y se pretenden olvidar los viejos lugares comunes, aspirando a encontrar, esta temporada sí, el sentido profundo de la afición a los toros.

VERONICA[1]

En los dos días que me acerqué a la plaza, cumplí de sobra con los requisitos del inicio de temporada y disfruté viendo a un novillero vertical decidido y mandón como Víctor Barrio y cai en el leve desánimo de los toros de casta sin toreros enfrente.

Escasas veces he seguido con interés la carrera de un torero y siempre por motivos alejados del arte. Con Paco Machado quien reunió a su alrededor un nutrido grupo de buenos aficionados y Rubén Sanz el soriano protagonista de un bello sueño de ser torero, ha sido por amistad de amigos. A Víctor Barrio también le sigo por amistad con los aficionados de Riaza, paisanos suyos.

Seguir a un torero es participar en una apuesta contra los molinos a los que se enfrentó Don Quijote, pero esta vez tocó premio en el sexto toro de la novillada moderna, es decir blanda, noble y aborregada. Que la novillada fuera ese subproducto que les entusiasma a los taurinos, unos jandillas de tercer desecho a través de Daniel Ruiz, no quita para apreciar la disposición y capacidad de un torero. Víctor Barrio fue un novillero valiente, que defiende su concepto de toreo de composición vertical y muletazo largo.

El concepto de los toreros que se enfrentaron con los Peñajara, sencillamente no estuvo a la altura de la casta de los toros. Te obligan estas corridas a contentarte con un aspecto casi zoológico de las corridas en las que disfrutas con el comportamiento del animal, sin que la contraparte del dominio del torero y la belleza consecuente aparezcan. Difícilmente pueden disfrutarse cuando la casta del animal aparece como un gigante ante quijotescos caballeros, tan provistos de decisión como ayunos de capacidad, sólo en el quinto Iván Fandiño se reivindicó encontrando sitio para que su mano izquierda guiara la brava, floja y encastada embestida.

En este eterno retorno circular de las ferias, Valdemorillo nos saludó con más de lo mismo que las pasadas temporadas, lo que si bien se mira nos permitió sentirnos si no más felices al menos más jóvenes.

Por Andrés de Miguel

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