martes, 14 de septiembre de 2010

¿Patria? ¿Socialismo? ¡Muerte! / Por Fortunato González


¿Patria? ¿Socialismo? ¡Muerte!


Por Fortunato González ***
Por la calle real

Mérida-Venezuela

Lunes, 13 de Septiembre de 2010

De la consigna “Patria, socialismo o muerte” parece que a los cubanos les corresponde la patria, el socialismo queda atrapado en la gigantesca corrupción e ineficiencia de los rojo-rojitos y la muerte es lo único que se reparte a granel entre los venezolanos.

La patria es una expresión simbólica que expresa lo más sagrado de un colectivo, mucho más que república, país, nación o estado. La nuestra está representada en la bandera que ha sido alterada sin justificación de ninguna naturaleza, en el escudo manipulado por intereses de una parcialidad política, en el himno que aún se sostiene libre del manoseo oficial y se puede afirmar que Simón Bolívar es parte de la simbología nacional, cuyos restos fueron profanados en un aquelarre espectacular y deprimente. La Patria ha sido entregada a Cuba al irse sustituyendo la Constitución que votó el pueblo en diciembre de 1999 por una legislación copiada casi al calco de la que tiene sometido al triste pueblo cubano, y a al entregarle a los cubanos parte de los mecanismos de control de la identificación, la ciudadanía y la investigación política y criminal. Comunas, ciudades socialistas, milicias, tarjetas de racionamiento, control agobiante de la economía, confusión entre partido-estado- gobierno en una misma amalgama antidemocrática que huele más a Cuba que a la Patria que soñó Bolívar.

Cuando pienso en el socialismo veo las fastuosas casas, la colección de yates y carros de lujo de los dirigentes peseuvistas, en su grosera ostentación de nuevos ricos mientras la pueblo se le obliga a hacer cola ante un PDVAL o un MERCAL porque se le mantiene a raya de hambre, o en los custodios, o en los miles de venezolanos que esperan justicia, bienestar y prosperidad que siempre se queda en veremos.

Lo que si abunda es la muerte, muerte en todas sus macabras manifestaciones: por dengue, que es lo más menudo, o la dramática muerte lenta de Franklin Brito que ha podido evitarse con entregarle el título de propiedad o con una simple llamada del comandante. Esta muerte es la más absurda, la más vil, la más cínica, la que pone al descubierto la insensibilidad del gobierno ante el dolor; que todas sus manifestaciones a favor de la vida y de los derechos humanos son mera palabrería vacía e impúdica. Vimos casi en directo cómo este productor agrícola se quedaba en los huesos en el hospital militar, donde yacía secuestrado ante la impotencia de un Estado que hizo alarde del último sustantivo de su lema. Franklin Brito no tuvo Patria porque se la negó quien la maneja como cosa suya, del socialismo una pequeña prueba que le negaba sus derechos. Lo que si tuvo fue muerte, una muerte lenta y espectacular bajo la custodia de un Estado que tenía lo obligación de preservarle la vida porque así lo ordena de manera expresa la Constitución, y así lo impone la naturaleza humana. Otras miles de muertes de venezolanos bajo la responsabilidad de la Patria son menos espectaculares y crueles pero mucho más espantosas, como la de los cientos de presos que caen víctimas de la violencia en las cárceles, todas ocurridas en las narices de los representantes de la Patria Socialista.

La muerte es la parte de la consigna que se cumple. Que lo diga cualquiera de nuestros muertos de todos los días. Que lo diga Elio Ribas, un joven emprendedor que ya había recibido otros testimonios del amor gubernamental por la muerte, que lo griten los cientos de cadáveres que yacen sin reclamo en los basureros, que lo señalen los que llenan las morgues de nuestras ciudades, los que tienen la dicha postrera de tener un funeral como buen cristiano, que lo griten las víctimas de los grupos armados protegidos por la Patria, los que engordan las macabras estadísticas de la Patria Bolivariana.

Mientras lloramos nuestros muertos y sentimos la amenaza de un socialismo maniático, no se me ocurre sino recordar aquellos versos que dicen:

“Niña que teje la blanca tela,

niña que teje en su telar,

téjeme el mapa de Venezuela

y un pañuelito para llorar.”


***Fortunato González Cruz, es Catedrático de Derecho de la Universidad de los Andes de Mérida, y Director de la Cátedra de Tauromaquia.


Fuente: Blog deltoroalinfinito.com

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