sábado, 6 de junio de 2009

4ª del Aniversario en Madrid. Los astros se juntaron para gloria de Esplá en su despedida de Las Ventas

Publicado el 6.6.09
Por José Antonio del Moral
Fotografías: ©Dolores de Lara

Luís Francisco Esplá salió a hombros de su hijo por la puerta grande de La Monumental el día de su despedida

Cuajó la que pudiera ser mejor faena de su larga vida frente a un bravo y muy noble toro de Victoriano del Río que fue premiado con la vuelta al ruedo. La apoteosis del alicantino sucedió en este cuarto de una imponente corrida que comenzó con viento endemoniado hasta que cesó repentinamente, dando lugar al momento culminante y estelar. Sin duda, el acontecimiento taurino más importante de este año en Madrid. Magistral e impecable, Luís Francisco Esplá vivió su tarde más feliz al reverdecer perfeccionado sus más preclaras virtudes, ayer quintaesenciadas como pocas veces le hayamos visto. Tras mostrarse aseado y muy fácil con su primero en pleno vendaval, Esplá pareció transfigurado en una irreprochable demostración muletera que enardeció los tendidos de la monumental. Las dos orejas del gran toro le fueron concedidas por clamorosa unanimidad y, una vez concluido el festejo, salió a hombros por la Puerta Grande en loor de multitudes. Del resto del festejo cabe destacar lo imposible que les resultó torear a Morante de la Puebla y a Sebastián Castella en sus primeros oponentes que, a causa del viento, terminaron inevitablemente complicados. Más incluso de lo que fueron, sobre todo los de Morante que quiso pero no pudo lucir sus encantos con el quinto brindado a Esplá. Castella, valentísimo, fue a por todas sin lograr una faena limpia ni redonda con el sexto del que perdió una oreja por fallar a espadas con el público a su favor.

Madrid. Plaza de Las Ventas. 5 de junio de 2009. Cuarta del Aniversario. Tarde nublada y fresca con viento endemoniado que se calmó tras la lidia de los tres primeros toros, singularmente durante le del cuarto. Se lidiaron seis de Victoriano del Río, sobradamente presentados, muy altos de agujas y armados con astifinas defensas. Dieron juego dispar aunque, por el viento, la mayoría no pudieron desarrollar sus iniciales condiciones que hubieran sido mejores con climatología más propicia. El primero fue noble pero muy aquerenciado a tablas. Los dos últimos, violentos, echaron la cara arriba al final de sus viajes y únicamente el magnífico cuarto dio juego con bravura y mucha clase por los dos pitones, siendo premiado con la vuelta al ruedo. Luís Francisco Esplá (grana y oro): Metisaca, estocada ligeramente atravesada y cuatro descabellos, silencio. Estocada tendida al encuentro y dos descabellos, aviso y dos orejas con dos vueltas clamorosas. Morante de la Puebla (verde y azabache): Pinchazo hondo, otro a paso de banderillas, un tercero más y sartenazo en los bajos, bronca. Media estocada baja, pitos injustos. Sebastián Castella (lila y oro): Media perpendicular y cuatro descabellos, aviso y silencio. Tres pinchazos y estocada trasera caída, aviso y silencio. Luís Francisco Esplá salió a hombros. Curro Molina pareó con excelencia al sexto siendo ovacionado.

Si un torero merecía una despedida tan feliz e incluso milagrosa en la plaza donde tantísimas tardes toreó y en muchas de ellas triunfó hasta convertirse en favorito, era Luís Francisco Esplá. Así lo deseaba fervientemente el público que le obligó a saludar con una prolongada ovación una vez deshecho el paseíllo. Sin embargo, la tarde de su adiós en el ruedo venteño no pudo empezar peor ni con más inconvenientes a causa del viento que sopló inmisericorde, salvo bajo las barreras del tendido 1 donde se arremolinaban los papelillos que se tiraron al efecto de señalar el lugar más propicio para torear con un mínimo de sosiego y que Esplá eligió acertadamente para intentar cuanto se propuso con el primer toro, dejando patente un digno que hacer, tan fácil como toreramente aseado tras banderillear con desigual acierto.
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Esplá se mantuvo en esos terrenos como procedía y no osó salirse de las rayas ni aún menos irse a los medios, lugar que en tarde más calmada hubieran dado bastante mejor juego los tres primeros toros, segundo y tercero descompuestos e imposibles de domeñar por cuanto derrotaron incontroladamente a los capotes y luego a las muletas de Morante y de Castella, materialmente desbordados por sus oponentes. Morante, que había sido muy aplaudido por el público antes de comenzar la lidia del segundo toro, prefirió cortar por lo sano sin contemplaciones, actitud muy en consonancia con este tipo de toreros artistas cien por cien, aunque últimamente no se lo habíamos visto en casos similares, por lo que el público se enfadó hasta abroncarle. Más atrevido y estoy por decir que temerario, Castella se fue al platillo con el toro nada más abrir su trasteo sentado en el estribo y, en tal situación, le fue materialmente imposible hacerse con el toro que terminó haciendo hilo al punto de sufrir varios y terribles avisos de cogida de las que se libró por que Dios no quiso.
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Pero en el toreo suceden milagros a veces y así ocurrió nada más salir el cuarto toro de la tarde, un enorme colorao con 620 kilos bajo sus hermosos lomos que fue el mejor y más completo de los ya incontables que llevamos vistos en estas dos ferias. Como por encanto dejó de soplar el viento y, gracias a tan repentina calma, pudo despreocuparse Esplá de lo que tanto había molestado antes y aplicarse al máximo como pocas veces le hayamos visto en su muy larga vida profesional. La brega de la que se encargó personalmente, tan efectiva como limpia. Ni un solo paso en falso, ni un capotazo inoportuno. Ni un enganchón inconveniente. Todo como la seda. Perfecto. Bravo y muy fijo el toro en su dos encuentros con el caballo, cantó lo que vendría después en su comportarse frente a la muleta, no sin antes prestarse algo remiso en banderillas que Esplá colocó con fácil donosura en tres pares que le salieron a pedir de boca. Caliente ya el público ante la más que prometedora acción del alicantino, el brindis al cónclave fue precioso y emocionante con todos los espectadores en pie, seguros de lo que aguardaban aunque no tanto como tuvo lugar acto seguido.
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Esplá se llevó dos orejas y el aplauso del público. En ese instante comenzó a lloviznar ligeramente, como si el mismísimo cielo llorara su adios (Pies de foto por Juan de Lara)

Y es que la gran faena que Esplá cuajó de cabo a rabo, no solo fue perfectamente concebida y estructurada, sino que, además de contener los habituales y más personales hallazgos que tanto ha prodigado y personificado Luís Francisco hasta convertirle en sumo especialista de lo que se ha dado en llamar torería en los detalles, cuando le llegó el momento de torear por lo clásico en el citar, parar, templar, mandar y ligar, alcanzó cimas que pocas veces le hemos visto en sucesivas tandas por redondos y naturales divinamente acompasados y rematados con formidables pases de pecho. Y así, naturalmente situado en el sitio más idóneo, suelto como nunca, relajado, entregado sin alharacas ni en querer vender nada que pareciera falso porque todo lo que le hizo al toro tuvo el marchamo de la autenticidad, templando siempre por abajo, corriendo la mano con fresca majeza sin abandonar nunca el sitio que eligió y sin pasarse una sola vez en los remates ni en los adornos que intercaló sobrio y elegante en el cenit de su inspiración, Esplá compuso una maravillosa sinfonía que guardaremos para siempre en la memoria. Hasta en los broches finales al paso por ayudados estuvo tan sereno como empezó, sembrado y más a gusto que los propios ángeles a lado de Dios. Y también a la hora de entrar a matar, preparando la suerte de recibir que ejecutó al encuentro por venírsele el toro antes de que le provocara para dejar una estocada no perfecta ni efectiva que necesitó el descabello sin que ello empañara lo más mínimo el portento, recibido con tanta alegría como desbordado entusiasmo. Hasta dos vueltas al ruedo tuvo que dar Esplá mientras se le rendían los tendidos, volcados en catarata de emociones desatadas en un cuadro digno de ser pintado por el propio protagonista que nunca olvidará este final tan glorioso y felicísimo. ............................................................................................Los Victorinos acudieron para ver la última faena de Esplá

Morante tuvo el detalle de brindar a Esplá su faena al quinto, pero no pudo ser porque el toro le echó la cara muy arriba en cada embroque y a cada intento suspiró la plaza, contrariada. No pudo Morante aunque quiso mucho hasta terminar doblándose en un macheteo de antigua escuela e inspiración gallista que la mayoría no supo valorar. También Castella quiso responder saliendo a revienta calderas con el sexto que se movió mucho y aunque no del todo propicio por violento, resultó proclive al éxito. Castella lo buscó con el valiente ahínco que le caracteriza aunque sin acabar de templar las altas embestidas del imponente animal que incuso le desarmó como también le avisó en sucesivos acosones de los que se libró por milímetros. La adusta temeridad del torero francés llegó mucho al público, dispuesto a premiar tanta entrega, pero sucesivos pinchazos lo impidieron. Estaba escrito. Luís Francisco Esplá tenía que ser en su despedida de Las Ventas el único y gran protagonista.

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